Expresiones cómo: “Ahora llueve
menos”, “Antes llovía días enteros y
ahora solo unas cuantas horas” “el Río Coca se secó casi por completo” o “¿Cuándo,
imaginarnos que en Limoncocha caería granizo?, la gente pensó que era el fin
del mundo” son una clara evidencia de que el clima ha cambiado y frases como
“Las estaciones se han perdido… Ahora ya no se sabe cuándo es de sembrar y de
cosechar” empiezan a ser comunes durante la ruta.
Estas provincias que han sufrido
un acelerado y brusco cambio en muchos aspectos, desde grandes fenómenos de
migración, cambios de uso del suelo y otros tantos aspectos sociales, tienen
grandes retos como la conservación de sus bosques, el dejar el petróleo bajo el
suelo (Yasuní ITT), manejar sus desechos sólidos adecuadamente; retos que a
veces se vuelven más y más difíciles de cumplir, por el contexto en el que
ahora el país se desarrolla. Donde las prioridades responden a un requerimiento
urgente de obtener recursos para satisfacer las llamadas necesidades básicas, y
los recursos naturales que pueden valorarse en dinero, son los que deben ser
tomados en cuenta y aquellos que no somos capaces de poner un precio, por su
incalculable valor, son menos importantes hoy por hoy.
Sin embargo, jóvenes que empiezan
a formarse y organizarse con la idea de generar cambios, de crear esa
organización real y fuerte, iniciativas de conservación de ecosistemas frágiles
como lo son los humedales, colectivos que promueven la bici como una
alternativa de movilidad son solo algunas de las tantas pedaleadas que la gente
da para mover las ruedas y encaminarnos a una ruta diferente para ser menos
vulnerables al cambio climático. Que es causa y problema ya la vez, causa de
muchos estragos que han afectado los distintos modos de vida y consecuencia de
un modelo de desarrollo insostenible que nos ha llevado a extraer recursos
naturales de una manera desmedida.
J.L.
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